Prevención de la enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico

Prevención enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico: la práctica de actividad física regular, a todas las edades, es una excelente inversión en salud. Mejor ir acostumbrándose desde la infancia y adolescencia, pues puede contribuir a reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson y de enfermedad de Alzheimer. Senderismo por el Valle Medio del Arlanza.
- Introducción
- Estudio pionero (1992)
- Prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico: estudio prospectivo (2005)
- Efecto preventivo de Parkinson exhibido por el ejercicio físico: estudio prospectivo (2008)
- Estudio prospectivo con la cohorte Dieta y Salud del Instituto Nacional de Nutrición de EEUU (2010)
- Prevención de Parkinson con el ejercicio físico: estudio prospectivo finlandés (2014)
- Estudio prospectivo sueco (2015)
- Prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico: metaanálisis de estudios prospectivos (2018)
- Hipótesis plausibles
- ¿Qué beneficios puede comportar el ejercicio físico en pacientes que ya están sufriendo enfermedad de Parkinson?
- Impacto favorable del ejercicio físico en la microbiota intestinal y en el eje intestino-cerebro
- ¿Qué nivel y tipo de actividad física es el aconsejado en las guías internacionales?
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
Diversos estudios científicos internacionales están revelando que el ejercicio físico regular puede prevenir la enfermedad de Parkinson, así como la enfermedad de Alzheimer. Esto es, las dos enfermedades neurodegenerativas más frecuentes pueden prevenirse por un estilo de vida tan saludable como la práctica de actividad física.
Tanto una como la otra, son enfermedades de gran relieve, por su alta frecuencia, su gravedad y su notable coste familiar y social. Por lo que cualquier posible medida de prevención primaria de las mismas debe estudiarse en profundidad, confirmarse y proceder, entonces, a elaborar e implementar programas preventivos específicos.
En otro artículo de este blog analizamos la prevención de deterioro mental y demencia por la actividad física regular. En este contenido describiremos los estudios científicos que han mostrado cómo la práctica de ejercicio físico puede contribuir a reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson.
En cuanto a la prevención primaria de la enfermedad de Parkinson, hay muchos estudios observacionales prospectivos que revelan una asociación entre el consumo regular de café y el riesgo de desarrollarla, gran parte de los cuales ya los hemos descrito en otra entrada de este blog.
Empecemos, pues, a resumir los artículos científicos más relevantes que han versado sobre el efecto preventivo de esta enfermedad neurodegenerativa exhibido por la actividad física regular.
Prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico: estudios prospectivos
Estudio pionero (1992)
En 1992, Sasco y colegas tuvieron el mérito de ser los primeros que revelaron, en el curso de un estudio epidemiológico (casos y control), que un alto nivel de actividad física, como la deportiva durante el tiempo libre, podría reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson. (1)
Prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico: estudio prospectivo (2005)
En febrero del 2005, se publicó un trabajo que reveló cómo altos niveles de actividad física se asociaban con una reducción significativa del riesgo de enfermedad de Parkinson en los varones. (2)
Estos investigadores (Universidad de Harvard) estudiaron a 48.574 varones, de una muestra conocida (Health Professionals Follow-up Study) y a 77.254 mujeres (Nurses’ Health Study), durante 19 años. Observando que los hombres que practicaban ejercicio vigoroso, más de 10 meses al año, en la vida adulta temprana, experimentaban una reducción significativa del riesgo de desarrollar enfermedad de Parkinson. Exactamente, un 60% menor (RR: 0,4; valor de p, prueba de tendencia =0,005), con respecto a los que se ejercitaban dos o menos meses al año. Sin embargo, en las mujeres no se apreciaron resultados similares.
Efecto preventivo de Parkinson exhibido por el ejercicio físico: estudio prospectivo (2008)
La potencial prevención de la enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico también se constató en otro estudio epidemiológico prospectivo (junio 2008). Pero, en este caso, también se apreció en las mujeres. (3)
Para ello, los responsables del estudio, Evan L. Thacker, Alberto Ascherio y colegas (Universidad de Harvard (Boston, Massachusett) contaron con 143.325 participantes, de 63 años de media.
Tras un seguimiento de 9 años, diagnosticaron 413 casos de enfermedad de Parkinson. Pues bien, los que, durante el tiempo libre, practicaron actividad física moderada-vigorosa (hombres ≥ 16 METs/hora/ semana; mujeres ≥ 11.5 MET‐hora/semana) experimentaron una reducción significativa del riesgo de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa: 40% (RR: 0,6, IC. 0,4-1, p =0,02), con respecto a los inactivos (0 MET h/sem.).
El ejercicio físico efectuado por los participantes en esta investigación fue muy variado (natación, ciclismo, tenis, jogging/running…).
Siguiendo con la cautela habitual en estos estudios observacionales, los autores de este trabajo refirieron: “Nuestros resultados pueden explicarse tanto porque la actividad física moderada-vigorosa es realmente capaz de reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson cuanto porque las personas que están en una fase preclínica de la segunda dejan de practicar la primera.”
Estudio prospectivo con la cohorte Dieta Y Salud del Instituto Nacional de Nutrición de EEUU
En julio del 2010, se publicó (Neurology) un estudio prospectivo con resultados parecidos. En este caso con 213.701 participantes, pertenecientes a la cohorte del Estudio de Dieta y Salud del Instituto Nacional de Nutrición de EEUU (NIH-AARP). Concretamente, comprobaron que las personas que efectuaron ejercicio físico moderado a vigoroso, a los 35-39 años y en los diez años previos a la conclusión del estudio, tenían un riesgo sensiblemente menor de desarrollar enfermedad de Parkinson que los inactivos en ambos periodos: un 40% más bajo. (4)
“Aunque no podemos excluir la posibilidad de que una menor actividad física sea un marcador temprano de enfermedad de Parkinson, la evidencia sugiere que el ejercicio físico moderado a vigoroso puede proteger contra esta enfermedad neurodegenerativa”, destacaron los autores.
Estudio prospectivo finlandés (2014)
Cuatro años más tarde, en abril del 2014, se publicó (European Journal of Epidemiology) un trabajo finlandés que también sugirió una potencial prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico. (5)
Para ello, estudiaron a 6715 hombres y mujeres, de 50 a 79 años de edad, durante 22 años. Al cabo de los cuales, observaron que los que practicaban actividad física vigorosa, durante el tiempo libre, tenían mucho menos riesgo de desarrollar este proceso neurodegenerativo. Un 73% inferior (RR: 0,27, IC 95%: 0,08-0,90), con respecto a los que no practicaban actividad física alguna.
En este estudio los resultados fueron tan boyantes en los varones como en las mujeres, al igual que en el precedente.
Prevención de la enfermedad de Parkinson con el ejercicio físico: estudio prospectivo sueco (2015)
La prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico volvió a sugerirse en un estudio prospectivo sueco, publicado en febrero 2015 (Brain A Journal of Neurology). (6)
Los responsables de este trabajo estudiaron a 43.368 personas durante 13 años, durante los cuales se diagnosticaron 286 casos de enfermedad de Parkinson. Luego, comprobaron que el ejercicio físico global, o sea el efectuado durante el trabajo, desplazamientos y en el tiempo libre, se asoció con una reducción significativa del riesgo de desarrollar este proceso: un 47% (HR: 0,53, IC 95%: 0,33-0,85). En este caso, el beneficio observado se vio fundamentalmente en los varones.

Cuando los años se van sumando, la actividad física se antoja crucial para prevenir estados de Fragilidad y enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer
Metaanálisis de estudios prospectivos
En septiembre del 2018, se publicó en “JAMA Neurology”, una gran revisión sistemática y metaanálisis de estudios prospectivos que versaron sobre el tema que nos ocupa en este contenido. (7)
El objetivo planteado por los responsables de este trabajo fue cuantificar la asociación dosis-respuesta entre la actividad física y el riesgo de sufrir enfermedad de Parkinson
Para tal fin, revisaron la mayoría de los artículos publicados en inglés que valoraron tal asociación (PubMed, Embase, y Web of Science), empleando una metodología rigurosa.
Así, seleccionaron ocho estudios prospectivos, con 544.336 participantes, seguidos durante una media de 12 años (6,1 a 22 años), durante los cuales 2.192 personas fueron diagnosticadas de esta enfermedad neurodegenerativa.
Resultados
Pues bien, se observó una asociación tanto entre un alto nivel de actividad física total como entre uno moderado- vigoroso y una reducción del riesgo de desarrollar enfermedad de Parkinson: un 21% y un 29%, respectivamente, especialmente entre los varones.
Sin embargo, la actividad física ligera no se asoció inversamente con el riesgo (RR: 0.86; 95% CI, 0.60-1.23)
En la relación dosis-respuesta se comprobó que por cada aumento de gasto energético cifrado en 10 equivalentes metabólicos (METs), efectuando actividad física total o moderada- vigorosa, el riesgo de desarrollar esta enfermedad, entre los hombres, se redujo un 10% y un 17%, respectivamente. En cambio, las mujeres no experimentaron tal beneficio.
Los investigadores concluyen su trabajo refiriendo: “Este análisis revela una asociación inversa, dosis-respuesta, entre la actividad física y el riesgo de desarrollar enfermedad de Parkinson entre los varones, incluso con ejercicio moderado”.
Prevención de enfermedad de Parkinson con ejercicio físico: hipótesis plausibles
Se han sugerido diversos mecanismos para explicar el efecto neuroprotector exhibido por la actividad física. Veamos algunos de los más relevantes.
– Se ha observado, en diversos modelos animales de enfermedad de Parkinson, que la actividad física aumenta la producción de varios receptores y factores de desarrollo cerebrales. (8)
– El ejercicio físico regular mantiene la función dopaminérgica, en animales de laboratorio, (9), precisamente la menoscabada en esta enfermedad por destrucción de las células cerebrales que la producen (sustancia negra).
– La capacidad de reducir la inflamación celular y el estrés oxidativo por parte del ejercicio físico también podría contribuir a prevenir la enfermedad de Parkinson (10,11)
– También contribuiría al efecto preventivo de Parkinson la acción neuroprotectora del ejercicio físico en personas sanas. Merced a que promueve la expresión de factores de desarrollo como el factor neurotrópico derivado del cerebro y el factor neurotrópico derivado de la glia. (12,13)
– Además, el ejercicio físico puede reducir el daño a las células dopaminérgicas dentro de los circuitos motores (núcleo estriado y sistema mesocortical). (14)
– En modelo inducidos de esta enfermedad en ratones de laboratorio se ha comprobado que la actividad física (rueda de andar) preserva los niveles de dopamina en el núcleo estriado. Sin embargo, experimentan una pérdida de neuronas dopaminérgicas cuando no ejercitan la extremidad anterior contralateral. (15,16)
– El impacto favorable en la flora microbiota intestinal (microbiota) y, por ello, en el eje intestino-cerebro, exhibido por el ejercicio físico, es un interesante mecanismo por el que éste podría reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson, que analizaremos más exhaustivamente en otro apartado de este contenido.
Revisión sobre los mecanismos que intentan explicar el efecto preventivo de Parkinson por el ejercicio físico (2020)
En febrero del 2020, se publicó una revisión en la que se analizaron diversos de los posibles mecanismos implicados en el efecto preventivo de enfermedad de Parkinson ejercido por la actividad física. (17)
Además de los mencionados previamente, valoraron positivamente la capacidad del citado ejercicio físico para reducir el acúmulo cerebral de la proteína alfa-sinucleína, implicada en la destrucción de las neuronas dopaminérgicas. Así como su efecto promotor y activador de la función mitocondrial y de la autofagia o depuración celular (por ejemplo, de la alfa-sinucleína) por parte de las mitocondrias.
¿Qué beneficios puede comportar el ejercicio físico en pacientes que ya están sufriendo enfermedad de Parkinson?
Aunque el objetivo principal de este tema es valorar el efecto preventivo de enfermedad de Parkinson por parte del ejercicio físico (prevención primaria), voy a dedicar unas líneas al notable efecto beneficioso de la actividad física en pacientes que ya están padeciendo esta enfermedad neurodegenerativa.
El ejercicio físico programado retrasa el deterioro motor responsable de sus típicos signos (temblor, rigidez y bradicinesia o lentitud de movimientos) y prolonga la independencia funcional de los afectados. (18–20)
Así, por ejemplo, ejercicios físicos que potencian la fuerza o/y los basados en estiramientos dinámicos llegan a cosechar resultados francamente fructíferos al respecto. (21–23)
El impacto favorable del ejercicio físico en la evolución de la enfermedad de Parkinson, sobre todo en la función cognitiva, también se ha observado en revisiones sistemáticas de estudios experimentales. Como la llevada a cabo por Da Silva y colegas, publicada en febrero del 2018 (PLOS ONE). (24)
También quiero destacar la efectividad de formas alternativas de actividad física, principalmente el Tai Chi. Un arte marcial chino basado en movimientos lentos y fluidos, con giros y movimientos diagonales, que cambian el centro de gravedad, con cierta meditación. Que mejora notablemente el equilibrio e incrementa significativamente la fuerza, movilidad, el estado mental. Además de reducir sensiblemente el riesgo de caídas de pacientes con enfermedad de Parkinson. Con respecto a los sujetos que no efectúan actividad física alguna o con respecto a los que efectúan ejercicios físicos tradicionales (fuerza/estiramientos), como ha podido ser demostrado en metaanálisis de estudios experimentales. (25)
Impacto favorable del ejercicio físico en la microbiota intestinal y en el eje intestino-cerebro
En la última década, múltiples estudios están revelando cuán importante es poseer una buena composición y una rica diversidad de la microbiota o flora microbiana intestinal (1013 a 1014 bacterias/ml) para reforzar la integridad de la barrera intestinal. Merced a la producción de proteínas beneficiosas (bacteriocinas, de efecto antibiótico), así como de productos resultantes de la fermentación intestinal. Véase, los ácidos grasos de cadena corta (acético, propiónico y, sobre todo, butírico), incluso neurotransmisores, entre otros.
Todos ellos contribuyendo no sólo a mejorar la salud del intestino sino la de otros órganos y aparatos, como el corazón (eje intestino-corazón) y el cerebro (eje intestino-cerebro).
Gracias a las boyantes comunicaciones establecidas por, al menos, tres vías: neurógenas (nervio vago), endocrinas (eje hipotálamo- hipófisis- glándula adrenal) e inmunológicas (citoquinas producidas por linfocitos y otras células inmunes, (26) que modulan la función cerebral, la conducta y, sobre todo, la cognición. (27)

El ejercicio físico mejora la salud del colon aumentando la diversidad de la microbiota intestinal y evitando la disbiosis o desequilibrio entre bacterias beneficiosas y patógenas, vía por la que podría reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Parkinson (eje intestino.cerebro).
Sin embargo, cuando se reduce la diversidad de la microbiota intestinal o/y se incrementa la concentración de bacterias patógenas (disbiosis), se generan moléculas inflamatorias y endotoxinas (lipopolisacáridos) en la luz intestinal. que contribuyen a deteriorar la integridad de la barrera intestinal (aumenta su permeabilidad). Lo que se asocia con el desarrollo y progresión de diversas enfermedades crónicas, como las neurodegenerativas: enfermedad de Alzheimer, (28,29) la enfermedad de Parkinson, (30–33), protagonista de este contenido, esclerosis lateral amiotrófica (34) y la enfermedad de Huntington. (35)
¿Cómo mejora el ejercicio físico la microbiota intestinal?
Pues bien, el ejercicio físico mejora la salud del colon aumentando la diversidad de la microbiota intestinal y evitando la disbiosis o desequilibrio entre bacterias beneficiosas y patógenas. (36,37)
Así, en una reciente revisión sistemática se identificó a Firmicutes y Actinobacteria como los principales filos bacterianos (phyla) que responden al ejercicio. (38)
Hecho concordante con la investigación de Mitchell y colegas, publicada un año antes, que reveló cómo la actividad física incrementa la concentración de bacterias productoras de ácido butírico, como Roseburia hominis, Faecalibacterium pausnitzii y Ruminococcaceae. (39)
Además, el efecto estimulante de la inmunidad exhibido por el ejercicio físico también parece contribuir a su impacto favorable en la microbiota intestinal. Así, estudios preclínicos han demostrado que el ejercicio aumenta las enzimas antioxidantes clave (catalasa y glutatión peroxidasa), citoquinas antiinflamatorias (incluyendo IL-10) y proteínas anti-apoptóticas (incluyendo Bcl-2) en linfocitos intestinales. Mientras que disminuye las citoquinas proinflamatorias (TNF-α y IL-17) y las proteínas proapoptóticas (caspasa 3 y 7), lo que conduce a una reducción general de la inflamación intestinal. (40–42)
Primer estudio en humanos que reveló la mejora de la microbiota intestinal por el ejercicio
Aunque la mayoría de estos estudios se han efectuado en animales de laboratorio, en abril del 2018 se publicó el primer estudio (Allen y colegas) que evaluó prospectivamente los efectos del ejercicio en el intestino humano. (43)
Método
La intervención consistió en tres sesiones de ejercicio aeróbico, supervisadas, de 30 a 60 minutos, de intensidad moderada a vigorosa (60%-75% de la frecuencia cardiaca de reserva) por semana. Los sujetos eligieron entre un cicloergómetro o una cinta de correr durante cada sesión de ejercicio. Posteriormente, se les instruyó para que se abstuvieran de efectuar ejercicio físico durante las 6 semanas siguientes, a fin de observar si se modificaba o no lo conseguido.
Resultados
Así, tras 6 semanas de entrenamiento aeróbico, se observó cómo el ejercicio mejoraba la composición y la función de la microbiota intestinal y la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC fecales). Pero sólo en voluntarios con normopeso (magros), que experimentaron una disminución de Bacterioides y un aumento de Faecalibacterium y Lachnospira, seguido de un aumento de AGCC fecales (acetato y butirato).
Sin embargo, en voluntarios obesos observaron una disminución de Faecalibacterium y un aumento en las poblaciones de Bacteroides y Collinsella.
En esta investigación los voluntarios obesos, a diferencia de los “magros”, no experimentaron una boyante modulación de su microbiota intestinal. Sin embargo, no dejaron de beneficiarse de otros efectos del ejercicio físico al igual que los sujetos con peso normal: aumento de la masa corporal magra (P < 0.01), disminución del porcentaje de grasa corporal (P < 0.01), aumento de la densidad mineral ósea (P < 0.05) y un incremento en la aptitud cardiorrespiratoria (fitness) medida por el consumo máximo de oxígeno (V-O2max).
No obstante, a las 6 semanas del cese del entrenamiento aeróbico, gran parte de lo adquirido se perdió, pues las masas magra y corporal regresaron a los valores basales, al igual que gran parte de los cambios en la microbiota intestinal y producción de AGCC. La ganancia en la densidad mineral ósea, en cambio, se mantuvo. El V-O2 max no se volvió a evaluar a las 6 semanas de la suspensión del ejercicio.

Ejercicio físico moderado, como caminar, vivamente, de 150 a 300 minutos semanales, según las recomendaciones internacionales, es una buena estrategia para incrementar la esperanza de vida en buena salud, con reducción del riesgo de desarrollar las principales causas de enfermar y morir en el mundo, incluidas las enfermedades neurodegenerativas.
¿Qué nivel y tipo de actividad física es el aconsejado en las guías internacionales?
En este momento es bueno recordar las recomendaciones internacionales de ejercicio físico. (44). Veámoslas, pues.
-Los niños en edad preescolar (3 a 5 años) deben ser físicamente activos a lo largo del día, a fin de favorecer su crecimiento y desarrollo.
– Los niños y adolescentes, de 6 a 17 años, deben efectuar diariamente 60 o más minutos de ejercicio moderado a vigoroso.
– A los adultos se les aconseja realizar ejercicio aeróbico tanto ligero-moderado, como andar rápido, de 150 a 300 minutos semanalmente, cuanto vigoroso, de 75 a 150 minutos a la semana.
– También señalan que, con tal de huir del sedentarismo, con poco nivel de actividad física puede obtenerse también un beneficio sustancial.
– De igual forma, si incrementamos el tiempo de ejercicio moderado por encima de los 300 minutos semanales, obtendremos beneficios cardiovasculares adicionales.
– También recomiendan añadir ejercicios de fuerza a los aeróbicos, al menos dos días a la semana.
– A los ancianos se les aconseja la práctica de actividades físicas multicomponente, que incluyan entrenamiento para mejorar el equilibrio y la flexibilidad, así como el aeróbico y ejercicios de fuerza, que contribuyen a reducir la atrofia muscular, fragilidad y caídas.
– Las mujeres, durante el embarazo y tras el parto, deben beneficiarse de, al menos, 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada.
– Los adultos con enfermedades crónicas y discapacidades deben seguir, en la medida de sus posibilidades, las recomendaciones de ejercicio aeróbico y de fuerza aconsejado en estas guías.
Conclusiones
La potencial prevención de enfermedad de Parkinson por el ejercicio físico se basa en los resultados obtenidos por rigurosos estudios prospectivos y metaanálisis de los mismos.
Es evidente que las recomendaciones internacionales de actividad física son válidas para elevar el nivel de salud de la población, pues contribuyen a reducir el riesgo de desarrollar no sólo enfermedades cardiovasculares, sino gran parte de las enfermedades crónicas, como probablemente la que es objeto de estudio en este contenido, la enfermedad de Parkinson.
Considero crucial destacar que cualquier nivel de actividad física es mejor que ninguna, como bien aconsejan en las guías internacionales y en múltiples estudios prospectivos. Pues revelan una reducción del riesgo cardiovascular y un aumento de la salud global con algo tan accesible como subir diariamente varios tramos de escaleras. (45)
En fin, es un consuelo que algo tan factible como la práctica regular de ejercicio físico pueda exhibir un efecto preventivo sobre los dos procesos neurodegenerativos más prevalentes, discapacitantes y costosos: la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson.
Es indudable que tal estilo de vida contribuye decisivamente a un envejecimiento saludable y a un incremento de nuestra esperanza de vida en buena salud. Por ello, en cualquier estrategia de educación para la salud en estilos de vida saludables resulta crucial fomentar la realización de actividad física.
Dr. Félix Martín Santos
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Gran trabajo el que nos ha presentado aquí este erudito doctor, con el aporte de todo su conocimiento basado en los numerosos estudios empíricos que nos detalla.
Tanto Alzheimer, o deterioro cognitivo en general, como Parkinson, son enfermedades muy crueles para el que las sufre y para los que viven a su alrededor.
Si está demostrado que el ejercicio físico y la ingesta de café previenen en alguna medida su desarrollo, tratemos de incorporar ambos en nuestras rutinas de vida por nosotros y por los demás.
Muchas gracias Félix,