Joyas de la Tierra de Lara: desde el dolmen de Cubillejo de Lara hasta los castros celtas de Peñalara y la Muela

Joyas de la Tierra de Lara panorámica desde Peñalara, con la Muela, el Picón de Lara, Lara de los Infantes, cumbres de la Demanda…
- Introducción
- Acceso a Cubillejo de Lara
- Joyas de la Tierra de Lara: Icnitas de dinosaurios
- Dolmen de Cubillejo de Lara
- Iluminación del pasillo corredor y cámara sepulcral por el sol naciente del solsticio de invierno
- Joyas de la Tierra de Lara: Portada de la iglesia de San Martín de Cubillejo de Lara
- Ascensión a Peñalara
- Restos de la vía ferrata Camino del Infierno
- Foso de Peñalara: antigua muralla
- Panorámica desde el vértice geodésico
- Aljive o fresquera
- Monolito homenaje a David García Alonso
- Joyas de la Tierra de Lara: castro celta de Peñalara
- Excavaciones efectuadas durante el 2002
- Descendiendo hacia la Muela
- La Muela: emplazamiento de un castro de la Segunda Edad del Hierro
- ¿Cuál fue el fruto de la excavación efectuada por Monteverde y Matías Martínez en La Muela en 1938?
- Hallazgos en casas de planta rectangular
- Descubrimientos arqueológicos en la zona central de la Muela
- La lámpara
- Necrópolis
Introducción
Visitar el antiguo Alfoz de Lara, las joyas de la Tierra de Lara, es una forma de incrementar integralmente nuestra salud, pues junto a la bonhomía de su gente hallaremos una tierra fertilizada por la historia y el arte, en la que conviven dólmenes del neolítico con restos celtibéricos, vestigios romanos, ermitas visigóticas, iglesias románicas y gótico-renacentistas, en torno a Peñalara y al picón De Lara. Donde aún permanecen los restos del castillo en el que nació Fernán González (910), el Buen Conde de Castilla, Burgos, Álava, Lantarón y Cerezo.
En el artículo que ahora se publica describiremos una parte de esta amalgama de arte e historia, la que corresponde a los siguientes hitos: el yacimiento de icnitas de dinosaurios de Quintanilla de las Viñas, el dolmen de Cubillejo de Lara, la portada de la iglesia parroquial de este pueblo, la ascensión a Peñalara para ver los restos de la muralla celtibérica que resguardó un castro de los Pelendones.
Así como los avatares de una efímera vía Ferrata y el frustrado intento de convertir este emblemático sinclinal colgado en una cantera a cielo abierto de caliza, que admite el pulido. Por fortuna, los buitres leonados seguirán contemplando el antiguo solar celtibérico, mientras ascienden y planean, aprovechando las corrientes de aire caliente.
Acceso
Para llegar a la Tierra de Lara desde Burgos, saldremos por la autovía del norte (A1) para enseguida salir por la derecha, a fin de coger la Nacional 234. Por la que completaremos los 36 kilómetros que distan hasta el cruce que nos llevará en corto trayecto hasta Quintanilla de las Viñas. De aquí a Cubillejo de Lara sólo quedan unos 3 kilómetros.
Joyas de la Tierra de Lara: Icnitas de dinosaurios
Tras abandonar la nacional de Burgos a Sagunto (N-234) para recorrer los tres kilómetros que distan hasta Quintanilla de las Viñas, encontramos, a mitad de camino, el primer elemento artístico y patrimonial que veremos en este contenido. El que corresponde a un yacimiento de hace 144 millones de años, del jurásico superior-cretácico inferior (las Sereas 7). En el que pueden observarse icnitas o huellas de dinosaurios en buen estado de conservación.

Joyas de la Tierra de Lara: yacimiento Las Sereas 7: icnitas de dinosaurios de hace 144 millones de años. Quintqnilla de las Viñas (Burgos).

Yacimiento del jurásico superior-cretácico inferior: icnitas de dinosaurios. Quintanilla de las Viñas.

Huellas de dinosaurios (icnitas) del yacimiento del jurásico superior-cretácico inferior (Las Sereas 7) de Quintanilla de las viñas (Burgos).
Joyas de la Tierra de Lara: Dolmen de Cubillejo de Lara
Después de recrearnos con la contemplación de las huellas de los dinosaurios descritas, recorreremos el poco trecho que nos queda hasta Quintanilla de las Viñas y, luego, Cubillejo de Lara, donde empezaremos nuestra ruta, visitando un notable dolmen. Otra Joya de la tierra de Lara.
Entre los varios accesos a este monumento megalítico, el más cómodo es el que parte del propio Cubillejo de Lara. Se trata de un camino relativamente ancho y bien trazado que surge, a nuestra izquierda, a los pocos metros de rebasar este pueblo en dirección al oeste, al vecino Cubillo del César.
Si nos adentramos en el camino citado, andaremos como unos dos kilómetros entre tierras de labor, al sur, mirando al Castillejo y la Muela, cumbres de la sierra de las Mamblas, hasta llegar a un pequeño cruce de arroyos, a nuestra derecha. Lugar en el que se distingue un dolmen de sepulcro corredor, construido por pueblos agrícolas y ganaderos del neolítico (en el cuarto milenio antes de Jesucristo), con objeto de honrar a sus seres más queridos y, al tiempo, hacer patente su dominio de la tierra que cultivaban.

Joyas de la Tierra de Lara: dolmen del Cubillejo de Lara.
Descripción del corredor y cámara sepulcral
Si nos fijamos un poco en los elementos arquitectónicos de este Bien de Interés Cultural (BIC), observaremos una cámara circular (de 4,5 a 6 metros de diámetro), que deja ver diez ortostatos de caliza, de tamaño desigual, rodeados por otros catorce bloques de piedra (anillo pericameral).
El corredor, orientado al sureste, está formado por seis lajas de piedra a cada lado, dispuestas paralelamente (1,5 metros de anchura), a fin de adoptar la forma de pasillo o galería de acceso (10,5 metros de longitud) a la cámara sepulcral.

Dolmen de Cubillejo de Lara, con el Castillejo y la Muela, a la derecha, al sureste.
En la última laja (ortostato) de la pared derecha del corredor, la inmediatamente en contacto con la cámara circular, aparecen una serie de grabados (petroglifos): dos esquemáticos cuadrúpedos y una especie de ramaje. Que más vale que se protejan, pues al efecto erosivo de los elementos meteorológicos (lluvia, viento y heladas) se suman los antrópicos, aún más erosivos y devastadores.

Dolmen de Cubillejo de Lara: Grabado de un cuadrúpedo. la última piedra que se ilumina por el sol naciente del solsticio de invierno.
En la excavación de la cámara sepulcral se halló un singular brazalete o pulsera efectuada con conchas de moluscos bivalvos (Glycymeris), impropia de estas tierras del interior, lo que sugiere una procedencia fruto del intercambio comercial con el Levante, en torno a la segunda mitad del IV milenio antes de Jesucristo, como apuntan Delibes de Castro y Rojo Guerra. Este brazalete se expone en una sala del Museo de Burgos.

Museo Arqueológico de Burgos: Brazalete hallado en la excavación de la cámara sepulcral del Dolmen de Cubillejo de Lara
Iluminación del pasillo corredor y cámara sepulcral por el sol naciente del solsticio de invierno
En junio del 2018 se publicó (Munibe Antropología-Arqueología) un extraordinario trabajo científico, firmado por Rodrigo Gil Merino, Miguel Moreno, Germán Delibes y Rodrigo Villalobos, investigadores de las universidades de Cantabria, Burgos y Valladolid, en el que analizaron y explicaron los efectos de la iluminación solar durante el solsticio de invierno en los dólmenes del corredor de la provincia de Burgos.

Joyas de la Tierra de Lara: dolmen de Cubillejo de Lara: durante el solsticio de invierno, el sol entra por el pasillo corredor hasta la cámara sepulcral. Cortesía de Serafín Mansilla.
En esta investigación comprobaron, sobre el terreno, cómo los hombres del neolítico orientaban minuciosamente sus dólmenes para que la luz del sol naciente los iluminara durante unos pocos días, al comienzo del invierno. Por ello, dedujeron que los que planificaban y construían estos dólmenes eran verdaderos especialistas que conocían profundamente el calendario solar, lo que les permitía aportar un auténtico espectáculo luminoso a sus ceremonias y actividades funerarias.
Dado que el corredor de nuestro dolmen se sitúa algo más al sur que la salida del sol en el solsticio de invierno (128 º de azimut), los autores de esta investigación pudieron observar el fenómeno de la iluminación durante casi dos horas (103 minutos), a pesar de visitarlo el 25 de enero. Además, como carece de obstáculos en el horizonte, el sol naciente pronto incide sobre la mitad inferior del ortostato de cabecera, para desplazarse progresivamente por la cámara hacia el tramo proximal de la pared este del corredor hasta acabar iluminando la losa con los grabados descritos anteriormente.
Joyas de la Tierra de Lara: Portada de la iglesia de San Martín
Antes de emprender el camino a Peñalara merece la pena contemplar la elegante portada renacentista de la iglesia de Cubillejo de Lara, cuyo santo titular es San Martín.
La puerta de acceso tiene un arco de medio punto, con siete dovelas decoradas con figuras trapezoidales en cuyo interior figuran dos puntas de diamante orladas por pétalos florales, sustentado por dos pilastras. A ambos lados aparecen dos hornacinas huecas, a su vez enmarcadas por sendas columnas de fuste estriado en sus dos tercios superiores. En tanto que el tercio inferior está decorado por una doble cortina en su parte alta, el resto es liso.
Tales fustes culminan en sencillos capiteles corintios que sostienen arquitrabe, friso y cornisa (entablamento), rematados por sendos flameros o candelabros.
Su peso y estructura descansa sobre basas con toro y escocia soportados, a su vez, por dos sólidos plintos.

Joyas de la Tierra de Lara: iglesia de San Martín (Cubillejo de Lara)
Una doble línea de imposta separa estos elementos de sostén de un arco con casetones en el intradós (figuras geométricas huecas decorando la superficie interior del arco), que cobija el tímpano. En el que destaca la imagen de San Martín, bajo otra doble hilada de casetones.
San Martín aparece cortando su capa, en un escorzo sobre su caballo rampante, para regalársela al mendigo que alza su brazo derecho para recogerla mientras el santo oferente la sostiene con su diestra para cortarla con la espada que porta en su mano izquierda

Tímpano de la portada de la iglesia parroquial de Cubillejo de Lara, con San Martín cortando su capa, en un escorzo sobre su caballo rampante, para regalársela al mendigo que alza su brazo derecho para recogerla mientras el santo titular la sostiene con su diestra para cortarla con la espada que porta en su mano izquierda.
Antes de proseguir, no quiero soslayar un hecho: la calle real de este pueblo forma parte de dos singulares caminos de peregrinación, el del Cid y el de San Olav.
Ascensión a Peñalara
Para coger el camino a Peñalara es preciso abandonar la calle real de Cubillejo y adentrarnos por la calle Tenadas, entre la fachada oriental de la iglesia parroquial y un edificio que parece albergar unos invernaderos. Nada más entrar, a nuestra derecha veremos un poste de madera con una señal en la que figura escrito Peñalara y el tiempo probable para acceder a este sinclinal colgado: 45 minutos.

Entrando por el camino que discurre entre Cubillejo de Lara y Peñalara
Enseguida el camino gira a la izquierda, hacia el oeste, aunque al cuarto de kilómetro describe una curva de 180 grados que nos encara hacia el este. Justo a este nivel se aprecia una encina centenaria a la izquierda, al inicio de la curva, y una señal, al final de su trazado, indicando Peñalara.
Una centena de metros más adelante, dejaremos de andar por este ancho camino, un poco antes de describir una curva a la izquierda, vigilada por un milenaria enebro de la miera, para desviarnos por otro más estrecho, que arranca a nuestra derecha, justo donde mi altímetro me informa que estamos a 1110 metros de altitud.

Enebro de la miera milenario enfrente del camino que conduce a Peñalara.
Ahora ascendemos pisando un suelo pedregoso, ornado por un estrato arbustivo constituido por diversas especies de tomillo, candilera, espliego y aulagas, propias del encinar dominante, que, en ciertos tramos, sombrea el camino.
A los 1320 metros caminados (1189 metros de altura), empezamos a ver algunas sabinas que rompen la monotonía del encinar.
Durante los días estivales, en este trayecto zigzagueante, orientado al este y sureste, se agradece mucho la sombra que aportan las encinas, especialmente cuando el camino se estrecha tanto como para poder tocar con los dedos de ambas manos, brazos extendidos, las ramas de estos árboles de hoja perenne. Lo que acontece sobremanera cuando nos aproximamos a los dos kilómetros de subida (exactamente a los 1850 metros, según la aplicación de mi móvil). A partir de los cuales, la altitud supera los 1200 metros.

Camino de Cubillejo de Lara a Peñalara: encinas sombreando la ruta
Restos de la muralla celta
Tras ascender como medio kilómetro más, se observan los restos de la muralla de un castro celta de la edad de hierro, dispuestos a ambos lados del camino, que no deja de ser un vano que la interrumpe.

Camino de Cubullejo de Lara a Peñalara: el camino atraviesa la muralla del castro celta.

Castro celta de Peñalara: Tramo de muralla orientado al norte (unos 100 metros de longitud)

Castro celta de Peñalara: tramo de muralla orientado al sur, donde destaca la sierra de las Mamblas.

Vista aérea de Peñalara. Cortesía de Roberto Aguado
Al llegar a la citada muralla, hemos ascendido hasta los 1263 metros y hemos andado dos kilómetros y medio (2.460 metros), desde que cogimos este camino, a la altura de la iglesia parroquial de Cubillejo de Lara.
Ahora, antes de recorrer el kilómetro de longitud de este sinclinal colgado, es un buen momento para caminar por ambos lados de la muralla, a fin de medir su distancia y, sobre todo, apreciar la panorámica de ambos extremos.

Joyas de la Tierra de Lara: anorámica del sector septentrional de Peñalara (Burgos). Cortesía Roberto Aguado.
Así, si recorremos su trayecto septentrional, pisaremos piedra durante una centena de metros, al cabo de los cuales veremos, en lontananza, estribaciones de la sierra de la Demanda, dominadas por la mole del pico Mencilla.
En tanto que si trazamos su sector meridional, andaremos un poco más (como unos 150 metros), para, luego, disfrutar con la contemplación de las cumbres de la sierra de las Mamblas.
Una vez regresado al punto de entrada, progresaremos hacia el este, pisando una alfombra mullida de tierra y yerba, donde la ausencia de árboles se ve compensada por el melódico canto de las alondras y el majestuoso planeo del buitre leonado, así como por la visión de una panorámica realmente hermosa.
Restos de la vía ferrata Camino del Infierno
Cuando hemos avanzado como medio kilómetro por la planicie de Peñalara, el piso se torna pedregoso, aunque no con guijarros sueltos sino con grandes losas planas. Si a este nivel andamos como una veintena de metros, en dirección al sur, llegaremos al precipicio, al cortado rocoso, donde aún subsisten algunas cadenas de acero incrustadas en las rocas, utilizadas en la vía ferrata Camino del Infierno. La cual fue diseñada y construida por Santiago Gallego y Marco Aurelio Miguel, escaladores burgaleses. Empezó a funcionar en el 2010 y se desmanteló en el 2016 por discrepancias vecinales.

Peñalara: restos del cable de acero utilizado en la desmantelada vía ferrata Camino del Infierno(2010 al 2016). Al fondo, las moles de la Muela y del Castillejo.

Sector meridional de Peñalara, por donde discurría la vía ferrata Camino del Infierno. Cortesía Roberto Aguado
Inicialmente se dotó de un cable de acero de 6 mm de grosor y 175 metros de longitud, con numerosos anclajes para progresar por la misma, a fin de recorrer este sector meridional. Tras concluirlo, aparece una vaguada que lo separa de un segundo promontorio rocoso, de menor longitud y superficie, al que accedían desde una tirolina de 30 metros de longitud, equipada con dos cables de acero, que permitía a los más intrépidos deslizarse a 80 metros del suelo, auxiliados con una polea para cable. Tal paseo aéreo lo denominaron Puente del Purgatorio.
Obviamente, durante la época de cría de la colonia de buitre leonado que se enseñorea de estos lares estaba absolutamente prohibido utilizar la vía ferrata, o sea, del 1 de enero hasta el 31 de julio. En cualquier caso, hay que ser muy respetuoso con el desarrollo y supervivencia de la notable avifauna local. En cualquier época del año.También son joyas de la Tierra de Lara. Cómo no.
Ahora es momento de continuar con la descripción de nuestra ruta.
Foso de Peñalara
Tras avanzar como un cuarto de kilómetro sobre un terreno pétreo, parecido a un lapiaz, llegamos a una pequeña brecha que atraviesa, de norte a sur, este último sector oriental de Peñalara.

Foso de Peñalara, con Vega de Lara, Paules de Lara y, en lontananza, cumbres de la sierra de la Demanda, con el poderoso Mencilla.

Panorámica desde Peñalara: mirando al norte, destacan Vega de Lara, Paules de Lara y las cumbres de la sierra de la Demanda
Desciendo a la misma, giro a la izquierda, hacia el norte, ando como una treintena de metros y llego al precipicio, desde donde se divisan Vega de Lara, Paules de Lara y, en lontananza, las cumbres de la sierra de la Demanda, con el prominente Mencilla.
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Foso de Peñalara: al sur se aprecian las cumbres de la sierra de las Mamblas y más al sur las de la Peña Cervera.
A continuación, recorro toda la zanja de norte a sur (unos 80 metros) para ver enmarcadas los montes de la sierra de las Mamblas.
¿Cuál es la verdadera naturaleza de este foso?
Cuando por primera vez lo visité dudaba de su verdadera naturaleza, pues si bien parecía una brecha o fractura natural, su amplitud y su revestimiento pétreo, me hacía sospechar cierta intervención humana pretérita.
Tales dudas fueron disipadas por Ignacio Ruiz Pérez, catedrático de historia, con el que contacté merced a la mediación de mi buen amigo Pedro Moreno, originario de esta tierra (Covarrubias) y gran adalid de la conservación y promoción de nuestro patrimonio cultural.
Conversar con don Ignacio fue un verdadero placer, pues, en todo momento, mostró gran empatía y notable generosidad, teniendo el gran detalle de regalarme un ejemplar de “Los castros de Lara (Lara de los Infantes, Burgos): una visión de conjunto”. Que elaboró tras analizar exhaustivamente los restos arqueológicos hallados en las excavaciones efectuadas por Monteverde y Martínez (1938). Publicado en un boletín de la institución Fernán González, cuya lectura me ha resultado muy útil para comprender mejor las características del poblamiento humano en estos emplazamientos.
De esta suerte, pude enterarme, entre otros muchos aspectos, que, hace 42 años, dos grandes investigadores de la época, Abásolo y García Rozas, revelaron que este foso natural fue remodelado por el ser humano, con el propósito de construir una muralla, como sugiere la presencia de un gran apilamiento de piedra y tierra revistiendo las paredes que limitan el mismo, con una altura de 3 metros y una anchura de 6 metros.
Joyas de la Tierra de Lara: panorámica desde el vértice geodésico
Ya sólo hay que andar como un cuarto de kilómetro más para llegar al vértice geodésico próximo a un buzón donde figura la máxima altura de Peñalara: 1296 metros.

Buzón de Peñalara. Al fondo, Quintanilla de las Viñas y más al sur la sierra de las Mamblas.

Vértice geodésico de Peñalara junto al buzón instalado por los Amigos de Quintanilla de las Viñas. Al fondo, la sierra de las Mamblas
La panorámica desde esta atalaya, punto más alto de Peñalara, resulta placentera, estimulante y, al tiempo, relajante.
Mirando al sur
Así, si miramos al sur, observaremos el cercano Quintanilla de las Viñas y, más en lontananza, el conjunto de sinclinales colgados que constituyen los montes de la sierra de las Mamblas, descollando de izquierda a derecha, de este a oeste , los que siguen: cerro de San Cristobal (1244 metros de altura), muy próximo a Hortigüela; Cerro de la Cueva (1278 m.), donde está la cueva del Penuquillo; el Asentado (1232 m.), que por el norte limita con el monte precedente gran parte del bosque caducifolio de la dehesa de Mambrillas; el Somo (1201 m.); Peña Alta (1217 m.); Covatero (1273 m.); la Muela (1374 m.) y el Castillejo (1347 m.), las dos cumbres más altas de esta sierra.

Desde Peñalara hay una vista magnífica de Quintanilla de las Viñas y, sobre todo, de la sierra de las Mamblas y, al fondo, de la Peña Cervera.
Más al sur, se ven los montes de la sierra de Cervera, con el dominante Valdosa.
En realidad, esta panorámica la empezamos a ver al poco de empezar a subir a Peñalara desde Cubillejo de Lara, pues se nos ofrece al sur durante gran parte de los dos kilómetros de subida hasta los restos de muralla del antiguo castro celta. Posteriormente, al acercarnos al borde meridional de Peñalara, se nos mostrará en todo su esplendor.

Joyas de la Tierra de Lara panorámica desde Peñalara, mirando al este: con la Muela, el Picón de Lara, Lara de los Infantes, cumbres de la Demanda…
Mirando al este
Si dirigimos nuestra vista al este, contemplaremos muy cerca (a 30 a 40 metros del extremo oriental de Peñalara) un pequeño promontorio rocoso (al que se accedía por una tirolina cuando funcionó la vía Ferrata), el Picacho (1251 metros), según el mapa Iberpix 4 del Instituto Geográfico Nacional. A continuación, el Morollo (1.184 m.), luego, el Picón de Lara (1.161 m.), con los restos del castillo donde nació el conde Fernán González, por detrás del cual, a la derecha, el caserío de Lara de los Infantes. Un poco más allá, Campolara, y en lontananza, cumbres de la sierra de la Demanda.

Ascensión a Peñalara: vista desde el extremo oriental de Peñalara. Iberpix 4. Instituto Geográfico Nacional.
Ascensión a Peñalara: vista desde el extremo oriental de Peñalara. Iberpix 4. Instituto Geográfico Nacional.
Aljibe o fresquera
Al poco de sobrepasar el vértice geodésico hallamos una pequeña depresión del terreno a modo de pozo o aljibe. Quizá para conservar ciertos alimentos con el hielo almacenado, cuya ulterior excavación arqueológica reveló un basurero de época bajo imperial romana, hasta una profundidad de poco más de un metro, según me refirió Ignacio Ruiz.

Peñalara. Pequeño pozo en la planicie de Peñalara.
Monolito homenaje a David García Alonso
Un poco más adelante, cerca del borde oriental de Peñalara, aparece una especie de monolito triangular con una placa metálica que recuerda a un gran alcalde de Mambrillas de Lara: David García Alonso, que murió prematuramente.

Peñalara: Homenaje a David García Alonso,
Muy cerca de este monolito, mirando a los montes de la Demanda, al noreste, se observan unos escalones pétreos, junto a un cartel indicador, que permiten descender de este promontorio rocoso. Pero antes, bueno será que hablemos un poco de los vestigios celtas de estos lares.
Joyas de la Tierra de Lara: Castro celta de Peñalara
En el repositorio documental GREDOS de la Universidad de Salamanca se puede acceder a un artículo, publicado en 1958, en el que José Luis Monteverde “exhuma unas pequeñas notas” de las excavaciones arqueológicas que realizó, veinte años antes, junto al entonces director del Museo Arqueológico de Burgos, Matías Martínez, de los castros celtas de Peñalara y la Muela, cuyos hallazgos se hallan en el citado museo.
Tras leer exhaustivamente el citado artículo y, sobre todo, tras analizar “La visión de conjunto de los castros de Lara”, de Ignacio Ruiz Vélez, mucho más esclarecedora, pude hacerme una cierta idea de lo que aquí hubo.
Área más poblada: acrópolis celta
Así, este último autor considera que en este sinclinal colgado, de forma triangular, se distinguen dos sectores. Uno, más pequeño (1,8 hectáreas) y más elevado (punto más alto, al suroeste: 1296 metros), que discurre desde el foso amurallado (unos 70 metros de longitud) hasta el extremo del triángulo (270 metros de distancia), desde el que se divisa, al este, el Picón de Lara, la Muela y Lara de los Infantes.
Este fue el sector en el que vivió la mayor parte de la población, cual verdadera acrópolis, en la Primera Edad del Hierro, en torno al siglo V o comienzos del siglo IV antes de Jesucristo.
Área menos poblada: de muralla a muralla
El otro sector, de planta trapezoidal, de mayor superficie (9,6 hectáreas), se extiende entre la muralla anterior y la más grande (unos 250 metros), la que nos recibe tras concluir el sendero que parte de Cubillejo de Lara, en donde el poblamiento humano fue menor.
“Al comienzo de la misma se hallan restos de construcciones circulares y ascendiendo hay un corte, donde comienza un castro, situado sobre la cima de la Peña, cuya altitud es de 1.294 metros sobre el nivel del mar”, refiere Monteverde en su publicación de 1958, evocando la excavación que efectuó 20 años antes con Matías Martínez. Quizá nos esté diciendo dos cosas: una, que el corte sea el que corresponde al foso amurallado; la otra, que el poblado se concentró en el sector más alto, con las citadas construcciones circulares.
Excavaciones de urgencia efectuadas durante el 2002
Durante el año 2002, la Junta de Castilla y León estableció un plan para construir una cantera a cielo abierto en Peñalara, con objeto de extraer piedra caliza, que admite el pulido, no mármol. Lo que suscitó la reacción de diversos colectivos de la provincia de Burgos, sensibilizados en la defensa y promoción del patrimonio natural y artístico, agrupados en la denominada Mesa de Trabajo por Peñalara.
Su actuación resultó fructífera, dado que la consejería de Industria de la Junta, tras un estudio arqueológico de urgencia, desistió finalmente en acometer tal proyecto. ¿Por qué? pues por la relevancia de los restos arqueológicos allí hallados. Además, de por la presencia de diversas especies de rapaces protegidas. Véase, una vigorosa colonia de buitres leonados, que crían en las paredes de esta emblemática montaña, parejas de búhos reales, alimoches, halcón peregrino y águila real. Todas ellas son verdaderas joyas de la Tierra de Lara.
¿Cuál fue el fruto de tales excavaciones?
Javier Jiménez y Carmen Alonso (Cronos S.C. Arqueología y Patrimonio), responsables de estas excavaciones, comprobaron que el sector con mayor número de materiales y etapas de ocupación corresponde al de la acrópolis. Dado que no sólo están representadas las dos etapas de la Edad del Hierro, sino también la tardoantigüedad, junto a vestigios visigóticos y altomedievales. Todo ello a pesar de que la superficie estaba muy arrasada por la erosión y los fenómenos meteorológicos.
Ignacio Ruiz apunta que los restos constructivos de planta circular, cerámica bruñida, una fíbula de doble resorte, hallados por Monteverde, entre otros, corresponden a la Primera Edad del Hierro. En tanto que fragmentos de cerámica decorados con espigas incisas y a peine sugieren momentos de transición.
Por otra parte, otros restos constructivos y cerámica celtibérica son propios de la Segunda Edad del Hierro. El mundo tardoantiguo está representado por ciertos restos constructivos y una decena de monedas, algunas de Constantino. Finalmente, restos de una ermita, la de San Vicente, en este sector oriental, se relacionan con una necrópolis visigoda o altomedieval.
Descendiendo hacia la Muela
Situados al borde del precipicio, nos orientaremos por una señal con la punta de la flecha indicando el este, en dirección a La Muela y al Picón de Lara. O sea, la ruta a seguir, así como por la presencia de unos escalones de descenso labrados en plena pared vertical, a los que se alude en el propio cartel: ESCALERAS.

Cartel en el extremo nororiental de Peñalara indicando la ruta a seguir, a nivel de donde se hallan unos escalones para descender desde la cumbre, a los que se refiere: ESCALERAS.
Una vez localizados los escalones, tras unos momentos de titubeo y cierta zozobra, sólo hay que apoyarse en su superficie plana para ir bajando hasta la planicie subyacente, mientras observamos restos de la cadena de acero empleada en la vía ferrata, antes mencionada.

Cadena de acero de la vía Ferrata de Peñalara junto a los escalones que permiten descender de su cumbre
Pasando por el Picacho
Nada más despegar nuestros pies del último escalón, donde se ve una especie de pegote de cemento, debemos andar, en leve descenso, un breve trecho, encarando el norte, para, enseguida girar a la derecha y dirigirnos hacia el este, con la mirada puesta en un vecino promontorio rocoso (El Picacho, según el mapa IBERPIX 4 del Instituto Geográfico Nacional), que precede a la Muela y al Picón de Lara. La vista que se nos ofrece no deja de ser estimulante.

Joyas de la Tierra de Lara: de Peñalara a La Muela, tras descender Peñalara, descuellan las siluetas del Picacho, La Muela y del Picón de Lara.
Así, seguiremos un trayecto rectilíneo, durante una centena de metros, hasta llegar a otra señal que nos indica que son 35 minutos los que debemos emplear para llegar al Picón de Lara. En este punto, mi altímetro me marca una altitud de 1253 metros.

Cartel indicando que quedan 35 minutos para llegar al Picón de Lara, a los restos del castillo donde nació Fernán González. La Muela, asentamiento de un castro celtibérico, no parece ser reclamo turístico.
Si ahora, en vez de descender, a nuestra derecha, al sur, buscando sendas en dirección al camino que comunica Quintanilla de las Viñas con el Picón de Lara, continuáramos caminando de frente, hacia el este, llegaríamos, en breve trayecto, hasta el Picacho.
Una vez que accedemos a la base de este promontorio pétreo, iremos pegados a su pared meridional hasta sobrepasarla totalmente, momento en el que debemos fijarnos, a nuestra derecha, mirando al sur, en cuatro sabinas, una seca, pues llegar a la más grande será nuestro siguiente objetivo, para lo que habrá que descender por terreno quebrado, zigzagueando.

Desde el camino que comunica la ermita visigótica de Quintanilla de las Viñas con el Picón de Lara puede verse Peñalara y el Picacho. Por debajo del cual se hallan cuatro sabinas.
A continuación, hay que seguir descendiendo como otra cincuentena de metros, con objeto de acceder a un pasadizo que se abre entre las rocas, por el que nos dejaremos llevar para conectar con el sendero que nos conducirá, en corto tramo, esquivando a las espinosas aulagas, al camino que une Quintanilla de las Viñas con el citado Picón de Lara.

Bajando de Peñalara: Pasadizo de unos 30 metros que permite acceder al camino que une Quintanilla de las Viñas con el Picón de Lara
La Muela: emplazamiento de un castro de la Segunda Edad del Hierro
Una vez en este camino, mirando hacia el este veremos un promontorio calizo, de forma trapezoidal, el Morallo o la Muela (1.184 m) hacia donde dirigiremos nuestros pasos, pues es nuestro siguiente objetivo.

Joyas de la Tierra de Lara: Vista aérea del Picón de Lara (1161), el más próximo, La Muela (1179 m), en el centro o entre medias, y Peñalara (1296 m), la más alejada y alta. Cortesía de Roberto Aguado.
De esta suerte, avanzaremos poco más de medio kilómetro hasta acceder a su plana cumbre (un cuarto de hectárea, según Ignacio Ruiz), donde el lecho está alfombrado por una capa de fina yerba, excepto en algunos sectores (al norte) donde se ven áreas pedregosas.

Panorámica desde La Muela, mirando al sur y suroeste, con las cumbres de la sierra de la Demanda
Sus antiguos pobladores también gozaron de excelentes vistas: al noroeste, Peñalara; al norte, estribaciones de la Sierra de la Demanda, con el Mencilla, al noreste; al este, el Picón de Lara; al sur, Carazo y el Alto San Carlos; al suroeste, cumbres de la Sierra de las Mamblas.
Si nos fijamos bien, veremos una serie de zanjas, a diversos niveles, que han de corresponder con las excavaciones efectuadas en 1938 por José Luis Monteverde y Matías Martínez.
También podremos ver restos de la muralla perimetral a la que se refirieron estos dos investigadores, hace 85 años: “La muralla es de piedra caliza, de sillares al parecer recortados y labrados únicamente por su cara externa, asentados en seco”.
Ignacio Ruiz Vélez, también refirió, en su trabajo, lo que Abásolo y García Rozas observaron tras investigar este emplazamiento en 1980: “En algunos puntos, se conserva el lienzo original de la muralla, formado por dos paramentos de sillares, poco trabajados, asentados en seco, cuyo relleno estaba compuesto por piedra suelta”.

Joyas de la Tierra de Lara: posibles restos de la muralla perimetral de La Muela, visibles según descendemos al llano que antecede al Picón de Lara, en cuya la ladera occidental (Las Ribas) podría haber estado la necrópolis de los pobladores de la Muela.

Afloramientos rocosos o/y antigua muralla en la ladera oriental de La Muela (Lara de los Infantes)
Quizá donde mejor puedan apreciarse los restos citados sea en su ladera oriental, en descenso hacia el llano que antecede al Picón de Lara, donde nos topamos con una especie de pared pétrea.
¿Cuál fue el fruto de la excavación efectuada por Monteverde y Matías Martínez en La Muela?
Primero diremos que excavaron tres casas de forma rectangular, una zanja en el centro de La Muela, una zona de vertedero, la Lámpara, y los restos de una necrópolis, que, según Ignacio Ruiz corresponde con la de los celtas que habitaron la acrópolis de Peñalara. Esto es, los de la Primera Edad del Hierro, pues los que se asentaron en La Muela vivieron en la Segunda Edad del Hierro. Inicialmente en una etapa preceltibérica, dentro del siglo IV a.C. o comienzos del III a.C. y más tarde por celtíberos, desde el siglo III a. C. a la romanización. Conclusiones derivadas del análisis de los materiales hallados por los primeros, depositados en el museo de Burgos, efectuado por Ignacio Ruiz.
En las siguientes líneas, describiremos gran parte de lo hallado por estos investigadores.

Zanja ubicada en La Muela, probablemente uno de los sectores donde excavaron Monteverde y Matías Martínez en 1938.
Hallazgos en casas de planta rectangular
En el sector más oriental de este recinto excavaron varias viviendas de planta rectangular, en las que hallaron restos de cerámica, trabajada a mano, de decoración incisa, piedras de molino y diversos materiales de hierro, útiles de labor, como un tridente, dos azuelas triangulares, algún fragmento de cuchillo, anillas, entre otros. Todos ellos aparecieron en una casa de planta rectangular (4 x 4 m), la número dos, situada en el sudeste de este recinto.
La casa número uno conservaba únicamente los restos de dos paredes, que marcaban un recinto rectangular, de cuatro por tres metros. En su excavación aparecieron numerosos fragmentos de cerámica lisa, perteneciente a recipientes de forma globular, con labio abierto y base plana. Así como una piedra de afilar, de arenisca, más una aguja de bronce y un largo punzón de hierro, enmangado en asta de ciervo.
En el sector noreste de La Muela excavaron otra casa, la número tres, también de planta rectangular (6,5 por 4 metros). A la que se adhería otra vivienda, como si estuvieran agrupadas, con una pared medianil entre ambas. Sistema constructivo frecuente en otros castros de la Edad de Hierro. En el ajuar exhumado observaron múltiples fragmentos de cerámica lisa, una piedra de molino, una podadera de hierro, un punzón de asta de ciervo, entre otros. Además, en una zanja próxima a esta casa, aparecieron restos de cerámica tosca, fabricada a mano, decorada con impresiones oblongas.
Descubrimientos arqueológicos en la zona central de La Muela
En la zona central de “La Muela”, efectuaron una cata en la que, aunque no encontraron muros de viviendas, descubrieron algunos materiales arqueológicos, que describieron como sigue: “ un cuchillo afalcatado de hierro; fragmentos de cerámica negruzca, con ornamentación incisa; dos bolas de barro con puntos incisos del tipo bien conocido en Numancia y en otros yacimientos de la Meseta; una hebilla circular de bronce, del tipo, con los cabos vueltos sobre sí mismos, y numerosos fragmentos de asta de ciervo”.
En otras catas que realizaron en la zona norte de este recinto, así como en la parte alta de un área que denominaron “Bañeherreros”, tampoco hallaron restos de viviendas, aunque sí astas de ciervo labradas para mangos y fragmentos de cuchillos curvos, de hierro.
La Lámpara
También efectuaron una cata de ensayo en una zona de vertedero, que denominaron “La Lámpara”, con los siguientes hallazgos: abundante cerámica negruzca, lisa e incisa; algún fragmento con pequeños mamelones en relieve y bandas de líneas incisas en SS doble, del tipo bien conocidos en los castros de la Meseta (Numancia, Cogotas, Chamartín de la Sierra…) y mangos de asta de ciervo; un fragmento de punzón de asta, rematado en forma de muleta.

Zanja ubicada en La Muela, probablemente uno de los sectores donde excavaron Monteverde y Matías Martínez en 1938.
Joyas de la Tierra de Lara: necrópolis de la Muela
Junto al borde meridional del recinto situado al occidente de «La Muela», fuera de la muralla, se localizó un grupo de enterramientos de incineración, verdadera necrópolis. En las sepulturas, simples hoyos plenos de cenizas, descubrieron ajuares de bronce, sin urnas cinerarias ni fragmentos de cerámica, consistentes en diversos tipos de fíbulas (anulares; de pie largo y arco sencillo, acodado en ángulo recto; de doble resorte, con una sola pieza, de pie largo, sencillo o vuelto en ángulo recto, rematado en botoncillo); collares, brazaletes, hebillas de cinturón, múltiples anillas, enlazadas entre sí.

Hallazgos de la necrópolis de Peñalara exhumados por José Luis Monteverde y Matías Martínez. Museo Arqueológico de Burgos

Museo arqueológico de Burgos: hallazgos de la necrópolis de Peñalara
Próximo a estos enterramientos, encontraron un montículo, a modo de túmulo, donde apareció un lote de armas de hierro: cuchillos, espadas y lanzas, en mal estado de conservación.
¿Dónde está la necrópolis de los habitantes de La Muela?
Si la necrópolis descrita por Monteverde y Martínez corresponde con la de los celtas que habitaron la acrópolis de Peñalara, cabe preguntarnos dónde recibieron sepultura los que poblaron La Muela.
Pues según Ignacio Ruiz, podría ubicarse en el término de las Ribas, en el inicio de la ladera del Castillo, que mira a La Muela, donde se ha hallado cerámica celtibérica (a torno) y donde pudieron aparecer algunas fíbulas de caballito, típicas de estos pobladores.
No obstante, este autor cree que los celtíberos también llegaron a ocupar Peñalara, sobre todo, en la acrópolis, aunque con menor intensidad que en La Muela. De igual manera, es muy probable que La Peña fuera ocupada a finales de la Edad del Bronce, como también señala Ignacio Ruiz, a la luz de algunos vestigios, como unas puntas de lanza de bronce cuyos tubos invaden la hoja.
Con la romanización, la población descendió a la llanura para habitar “Nova Augusta”, que llegó a tener el rango de municipio romano, sobre la que emerge Lara de los Infantes.
Llegado a este punto del tema, bueno es que aclaremos que el recinto “La Muela”, que acabamos de describir, no corresponde, obviamente, con el monte homónimo, ubicado justo enfrente, mirando al sur, en la sierra de las Mamblas, en cuya cumbre (1.374 metros) también se hallan los restos de un castro celtibérico.
Conclusiones
Estoy convencido de que la conservación y buena gestión de nuestro vasto patrimonio representa una fuente de riqueza mayor que la atribuible a presuntos negocios que sólo benefician a unos pocos, entre los que no suelen hallarse los escasos vecinos que aún pueblan tierras tan fértiles como las de la Tierra de Lara.
Sería bueno que el ingenio humano se empleara para obtener verdadera riqueza de todos estos hallazgos, con el propósito de que la población humana no se vea constantemente obligada a emigrar.
En fin, aún tenemos que descender La Muela para llegar hasta el Picón de Lara, donde visitaremos los restos del castillo en el que nació Fernán González, conde que contribuyó decisivamente a la expansión y consolidación del condado de Castilla, dependiente, entonces, del reino asturleonés.
Después, nos acercaremos hasta Lara de los Infantes, donde todavía quedan restos de la antigua Nova Augusta romana, para, finalmente, visitar la notable iglesia de Cubillo del César, en cuya fachada figura una losa con una inscripción de este municipio romano. Todas las cuales son auténticas joyas de la Tierra de Lara. Mucho arte adorna esta legendaria tierra.
Aunque, en realidad, todo esto lo hemos descrito en otro artículo de este blog. Al igual que la descripción y análisis de la iglesia visigótica de Quintanilla de las Viñas.
Dr. Félix Martín Santos
Tierra querida y hermosa la de Lara para ti, Félix, también para nosotros y para tanta gente por todos los tesoros naturales e históricos que acumula y que en tu acertado artículo vas desgranando. Una pena que la despoblación la esté privando de la valía de mucha de sus gentes, sin las que no es posible entender todo su legado. Nuevamente, Félix, muy agradecidos por acordarte de territorios olvidados que, sin duda, merece la pena visitar.
Estimado D. Felix he leído con interés su blog de Lara de los Infantes. Estoy interesado en el municipio de Nova Augusta y más concretamente de su devenir en los años 50 A.C., cuando aún no era municipio ya que Augusto sólo era Octavio, un joven sin un futura claro.
A resultas de su comentario sobre el cambio de nombre del cerro de La Muela por de El Morollo le confieso que desconozco cómo pudo ocurrir esta desgraciada confusión.
En los años en que se confeccionó el Mapa Topográfico Nacional digital a escala 1:25.000, yo formaba parte del Control de Calidad del IGN. Es cierto que por mi mano pasó alrededor del tercio de estos 4.500 mapas que se confeccionaron en 10 años. Dado que estábamos sujetos a una «subvención» de Bruselas teníamos plazo máximo para realizar el encargo. Contamos con el personal propiamente dicho del IGN, con los funcionarios de Catastro de las diferentes delagaciones (catastro se había transferido a Hacienda por decisión política reciente) y de empresas privadas que tuvimos que contratar.
He invesrigado en las bases documentales del IGN y El Morollo no aparece por ninín sitio, ni siquiera en el Catastro actual. Dada la premura es en parte disculpable el error. A continuación me encargué de realizar la edición digital del MTN a 50.000 y abandoné este departamento. La segunda edición no ha corregido este lapso, algo que lamento sinceramente.
No es el único error toponímico que he detectado. En la actualidad la realización de un mapa digital automatizado desde una Base Topográfica Nacional de Datos resulta prioritaria.
Le recomendaría que, si tiene interés en corregir el error, se pusiera en contacto con la Subdirección General de Cartografía y Observación del Territorio para instarles a rectificar el error en su base de datos. Sería recomendable que acompañara su requerimiento de cualquier documento con alguna antigüedad que pueda encontrar y de testimonios de vecinos del lugar corroborando su petición.
Un cordial saludo.