Dehesa boyal de Mambrillas de Lara:segunda parte

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: haya de gran porte mostrando sus serpeantes raíces sobre la ladera.18-05-2017
- Introducción
- Dehesa de Mambrillas de Lara: el Camino de San Olav nos conduce a Fuente los Caños
- Ascenso hasta el alto entre el Somo y el Asentado, siguiendo el Camino de San Olav por la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
- Panorámica observada tras situarnos entre el Asentado y el Somo
- Ascenso hasta las cumbres del Asentado y del Cerro de la Cueva
- Panorámica desde la cumbre del Cerro de la Cueva
- Alegre encuentro en el descenso: fructífera conversación con Andrés, el pastor del rebaño de Mambrillas de Lara (mayo 2017)
- Regreso a Fuente los Caños para continuar recorriendo la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
- Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: dominios del muérdago
- Mostajos en la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
- Árbol singular seco: el quejigo-mostajo de la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
- Sorprendente hayedo en la umbría, rodeado por quejigos
- Remanso de paz y de buena panorámica, sentado entre quejigos
- Remontando la cuesta aparece un árbol singular: haya centenaria mostrando sus raíces
- Saliendo de la dehesa mientras contemplamos la cumbre del Cerro de la Cueva
- Bordeando la dehesa por un camino descendente y circular hasta llegar al Camino de San Olav
- Último medio kilómetro de recorrido hasta llegar al punto de partida
Introducción
Recorrer la dehesa boyal de Mambrillas de Lara es una experiencia fructífera y saludable como pocas, pues, entre otras bondades, permite contemplar un extraordinario ecosistema. Su uso y aprovechamiento equilibrado por sus habitantes ha permitido conservar centenarios ejemplares arbóreos y una rica avifauna. Además, forma parte del Camino de San Olav, una ruta de 60 kilómetros que discurre desde los aledaños de la Catedral de Burgos hasta la ermita de San Olav, ubicada en un paraje de Covarrubias.
Vamos a iniciar este artículo describiendo la parte del Camino de San Olav que discurre por esta singular dehesa. La empleada para remontarla hasta encumbrar la ladera norte de la Sierra de las Mamblas.
Luego, ascenderemos hasta las cumbres del cerro del Penuquillo y del Asentado. Los montes que ofrecen sus laderas orientadas al norte para arropar la dehesa boyal de Mambrillas de Lara. Posteriormente, descenderemos para completar el recorrido de este emblemático bosque caducifolio, dominado por el marcescente quejigo.

Dehesa de Mambrillas de Lara: hojas marcescentes del quejigo
Aunque antes de llegar al punto de partida, en trayecto circular, contemplaremos soberbias hayas, elegantes mostajos y arces, así como numerosos avellanos. Mientras tanto, el buitre leonado vigilará nuestros pasos desde su atalaya celeste.
Ahora, prosigamos con el contenido del actual artículo, justamente en el mismo sitio en el que concluyó el precedente: «Dehesa de Mambrillas de Lara». Un trecho más arriba del sitio en el que conversamos con Andrés, posiblemente uno de los últimos pastores castellanos. Después de ascender entre quejigos con rostro humano, merced a un proyecto de Enrique del Rivero, prestigioso naturalista y fotógrafo burgalés, que recibió el nombre de Bosque Enraizado.
Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: el Camino de San Olav nos conduce a Fuente los Caños
Cuando llevamos recorrido en torno a un kilómetro por esta dehesa de Mambrillas de Lara, nos toparemos con una nueva bifurcación. En donde una mata de heléboro (Helleborus foetidus) y una nueva señal con una cruz roja dentro de un símbolo del infinito nos señalan que debemos continuar por la derecha.

Emblema del Camino de San Olav junto a una mata de heléboro , próxima a Fuente los Caños
De esta suerte, tras andar entre avellanos una cincuentena de metros, veremos un pequeño ramal, a nuestra derecha, que en diez pasos nos conduce a Fuente los Caños. Observaremos como el agua brota de la tierra, entre pequeñas rocas, fluyendo con parsimonia ladera abajo. Antaño, hace más de una década, un poderoso roble vigilaba este manantial; hogaño, son avellanos los que lo resguardan. En la quietud de esta umbría tenuemente rota por el murmullo del agua y el canto de mirlos y petirrojos, no es raro escuchar la ladra del corzo.

Fuente los Caños en la dehesa de Mambrillas.
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Evocación de Rosario, nacida y criada en Mambrillas de Lara
La primera vez que oí el nombre de este venero fue hace más de veinte años, conversando con una paciente mía, Rosario, natural de Mambrillas, que con nostalgia solía decirme: “En la parte alta de la dehesa de mi pueblo hay un manantial, Fuente los Caños, de agua rica y pura. Un poco más arriba, enfrente de él, cogíamos hayucos y avellanas; en otras partes cogíamos serbas”.
Bien se acordaba Rosario de la existencia de dos grandes hayas (Fagus sylvatica) que se yerguen entre los quejigos, rodeadas de varas de avellano, unos metros más arriba de esta fontana. Un poco más a la derecha, ladera arriba, surge otra.

Hayas en la dehesa boyal de Mambrillas de Lara, cerca de Fuente los Caños (18-05-2017)
Disfrutaba mucho con la compañía de Rosario, cuando la veía en la consulta, que, incluso cuando llegó a nonagenaria, seguía conservando una notable lucidez. Suscitar el tema de su pueblo y de su dehesa era motivo de placer para ambos. ¡Cuántas anécdotas y vivencias atesoraba!
“Cuando era niña, solíamos atravesar toda la dehesa, pasando junto a Fuente los Caños, para llegar a un alto de la sierra, desde donde descendíamos por veredas y senderos hasta la plaza de Covarrubias, con la idea de intercambiar nuestros productos, los días de mercado”, me refería esta entrañable mujer, jamollera de pro, aunque llevaba décadas sin pisar su terruño.
Hormigas laborando junto a barbaleñas
En abril del 2017 me llamó la atención la presencia de un gran hormiguero a los pies de un gran tronco de quejigo, muy próximo a las citadas hayas, a la derecha del camino. Que junto a la floración de múltiples barbaleñas aumentaban la belleza del paraje, que no se apaga meses más tarde (julio) cuando fructifican en forma de drupas, inicialmente de color verde, para luego tornarse rojas y finalmente negras. Incluso en pleno invierno, con la nieve como protagonista, este paraje sigue conservando su singularidad, su contagiosa quietud, que me estimulan tanto como me relajan.

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: hormiguero junto al tronco de un quejigo . Al fondo, las hayas.(22-04-2017)

Montaña de hormigas y leña descompuesta junto al tronco de un quejigo ( 10-02-2018)

Barbaleña en el área de las hayas. Dehesa boyal de Mambrillas de Lara. 22-04-2017

Fructificación de la barbaleña en la dehesa (18-07-2017)
Ascenso hasta el alto entre el Somo y el Asentado, siguiendo el Camino de San Olav por la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
Después de visitar las hayas, ascenderemos para remontar el kilómetro que queda hasta el paso de montaña, que antaño utilizaban los jamolleros para ir a Covarrubias a mercadear y que ahora forma parte del flamante Camino de San Olav. Para ello hay que subir por un camino de piso mullido en su mitad inicial y netamente pedregoso en su parte final, cuya pendiente va lentamente aumentando, también durante su primera parte, aliviada con leves descensos, para acentuarse relevantemente a medida que avanzamos, sobre todo, en el tercio final del mismo.
Mientras tanto, seguiremos disfrutando, durante los dos tercios iniciales, con la contemplación de centenarios quejigos, sobre todo a nuestra izquierda, junto a la ladera del Asentado. En tanto que, a nuestra derecha, observaremos de tramo en tramo la majestuosidad de esta Tierra de Lara.
Al poco de sobrepasar los primeros quinientos metros de este ascenso, apreciaremos un camino, a nuestra derecha. Justo a ese nivel, puede verse una nueva señal del Camino de San Olav, a fin de indicarnos que debemos seguir por el que llevamos un rato hollando y no desviarnos por el de nuestra diestra, dado que éste nos descendería hasta Mambrillas.
En todo caso, podríamos pararnos unos momentos para gozar con la visión de Peñalara y el Picón de Lara, que se torna más nítida una centena de metros más arriba.
Panorámica observada tras situarnos entre el Asentado y el Somo
Aunque no tanto como la que podemos contemplar al encumbrar este pequeño paso de montaña, entre el Pico Asentado, a nuestra derecha, y el Somo, a nuestra izquierda. Enfrente, mirando al sur, volveremos a ver el emblema del Camino de San Olav, indicándonos el camino que debemos seguir para llegar al Valle de los Lobos y, por tanto, a la ermita de este santo noruego.
Describamos brevemente la panorámica observada desde este alto, mirando al norte, hacia nuestra querida Tierra de Lara. Digo brevemente, porque, luego, volveremos a disfrutar de ella, con más grandiosidad, desde las cumbres del Asentado, primero; del Cerro de la Cueva, después.
De izquierda a derecha, de noroeste a noreste, veremos lo siguiente: Peñalara, encima de Quintanilla de las Viñas, con su iglesia visigótica; el Picón de Lara, cuna de Fernán González, próximo a Lara de los Infantes; Mambrillas de Lara; las cumbres de la Sierra de la Demanda, en lontananza, entre otros hitos.

Panorámica desde el alto entre el Asentado y el Somo: Peñalara, el Picón de Lara, las Cumbres de la Demanda en lontananza…

Visíon de Mambrillas de Lara nada más remontar la dehesa homónima, con su gran sabinar a sus espaldas, al norte

Emblema del Camino de San Olav situado tras sobrepasar la dehesa boyal de Mambrillas de Lara, indicándonos el camino a seguir hasta la ermita homónima, atravesando la Sierra de las Mamblas entre sabinas y encinas.
Ascenso hasta las cumbres del Asentado y del Cerro de la Cueva
Si en vez de continuar por el Camino de San Olav hasta el Valle de los Lobos, decidimos ascender, por nuestra izquierda, a las cumbres del Asentado y del Cerro de la Cueva, observaremos cómo, curiosamente, el trayecto se divide equitativamente en trechos de medio kilómetro, hasta completar el kilómetro y medio que hay hasta la cumbre del Cerro de la Cueva.
De esta guisa, ascenderemos medio kilómetro hasta encumbrar el Asentado. Durante los siguientes quinientos metros deberemos mimar nuestras rodillas, mientras lo descendemos por su falda oriental.
Finalmente, serán nuestros cuádriceps los que deberán llevar la voz cantante mientras ascendemos la vertiente occidental del Cerro de la Cueva, en un tramo zigzagueante de relevante pendiente. En todo momento, nuestros acompañantes habituales serán las sabinas, sobre todo, a nuestra derecha, y la panorámica de la Tierra de Lara, a nuestra izquierda.

Panorámica desde la cumbre del Asentado (1232 m.): Destacan, mirando al este, el Cerro de la Cueva, la dehesa de Mambrillas en la falda septentrional de ambos montes y el Guijarrón del Gayubar.
Cuando encumbro el Asentado (1232 metros), suelo disfrutar con una soberbia vista del cercano Cerro de la Cueva, con la frondosidad arbórea de la dehesa de Mambrillas, desplegándose por la ladera septentrional de ambos montes- Así como con la curiosa forma del Guijarrón del Gayugar, que parece descolgarse sobre el vecino Cascajares.
A veces, desde estas cumbres, efectúo fotografías de Mambrillas de Lara. Pueblo y habitantes afortunados, pues gozan de esta singular dehesa y de un notable sabinar, en dirección a Campolara. Además, por si fuera poco, dispone de notables yacimientos de la era Secundaria, con huellas de diversas especies de dinosaurios.

Caserío de Mambrillas de Lara, desde la cumbre del Asentado. 18-05-2017

Panorámica de la cumbre del Asentado, mirando al norte: en primer término, Mambrillas, por detrás y a su derecha, Lara de los Infantes
Panorámica desde la cumbre del Cerro de la Cueva
Al llegar a la cumbre del Cerro de la Cueva (1278 metros), observaremos sobre su mole caliza la placa de homenaje a David García Alonso. Alcalde de este pueblo que falleció prematuramente a los 31 años, cuando en su cabeza bullían proyectos para engrandecer su querido pueblo, aún más de los que ya había desarrollado. El lema es sencillo y emotivo: “David García Alonso (10-04-1978 / 06-08-2009). Un hombre, un pueblo. Los jamolleros no te olvidamos”.

Homenaje a David García, desaparecido alcalde de Mambrillas de Lara, en la cumbre del Cerro de la Cueva.

Una sabina seca, todavía enhiesta, es testigo del recuerdo de este querido alcalde (2018)
Desde esta cumbre, por cualquiera de los puntos cardinales que miremos, la panorámica es esplendorosa. Veámoslo en las siguientes líneas.
Si miramos de frente, hacia el norte, de izquierda a derecha (de NO a NE), disfrutaremos con una nueva panorámica de la Tierra de Lara: Peñalara; Quintanilla de las Villas, con su extraordinaria ermita visigótica, a sus pies; el Picón de Lara, a la izquierda de Lara de los Infantes; Mambrillas de Lara, más próximo a nosotros; en lontananza, el telón de las cumbres de la Sierra de la Demanda.
Estas joyas de la Tierra de Lara han sido descritas y valoradas en varios artículos de este blog.
Si miramos al oeste, a nuestra izquierda, veremos la cumbre del cercano pico del Asentado, el Somo, Peña Alta, Covatero y la Muela.

Sierra de las Mamblas: Panorámica desde la cumbre del Pico del Cerro, mirando al oeste, donde destaca la mole de la Muela, que amilana a las cimas del Asentado y de Covatero.

Panorámica desde la cumbre del Cerro de la Cueva, mirando al este: el cerro de San Cristobal (1244 m.) con la dehesa de Hortigüela surcando su ladera septentrional; las curiosas formas del sinclinal colgado del Gayubar; cumbres de la Sierra de la Demanda, en lontananza
Cuando desviamos nuestra vista al este, gozaremos con la contemplación del próximo pico de San Cristobal, a cuyos pies se encuentra Hortigüela, con su buena dehesa de fresnos (en la hondonada) y quejigos. Así como con la mole del sinclinal colgado de la Sierra del Gayubar, formando parte todos ellos de la orla mesozoica previa a la Sierra de la Demanda, parte de cuyas cumbres se aprecian en lontananza.

Visión desde la cumbre del Cerro de la Cueva, mirando al sur: la Sierra del Gayubar, con su cortado rocoso formando parte del cañón del Arlanza; la Peña Carazo y el Alto San Carlos, más en lontananza.
Si decidiéramos mirar al sur, veríamos de izquierda a derecha, la Peña Carazo (1458 m.) y el Alto San Carlos (1454 metros de altura), separados por el collado (SE). Más próximos a nosotros, el cortado rocoso del Gayubar, en cuyas paredes crían numerosas parejas de buitre leonado, una o dos de alimoches, halcón peregrino, búhos reales, entre otras rapaces. Luego, destacan los montes cubiertos de sabinas de Retuerta. Por encima de los cuales sobresalen los picos de la Sierra de Tejeda y de Peña Cervera, con el pico Valdosa, sobresaliendo.
Alegre encuentro en el descenso: conversación con Andrés, el pastor del rebaño de Mambrillas de Lara (mayo 2017)
Después de engrandecer nuestra salud con panorámicas tan singulares, es hora de regresar a la dehesa boyal de Mambrillas para completar su descripción.
Para ello, deberemos efectuar el camino en sentido contrario. De esta forma, descenderemos por la ladera occidental del Cerro de la Cueva, para, luego, ascender la ladera oriental del pico del Asentado. Finalmente, sólo nos quedará descender la falda oeste del Asentado para llegar al punto de partida, el punto de la superficie existente entre el Asentado y el Somo por el que desembocamos al remontar la dehesa de Mambrillas, siguiendo el Camino de San Olav.
Llegado este momento, no puedo dejar de recordar la conversación que tuve a mediados de mayo del 2017 con Andrés, que por entonces aún seguía pastoreando el rebaño de Mambrillas.
Así, cuando estaba en la parte final del descenso del Asentado, observé el rebaño de este entrañable pastor y, sobre todo, a sus dos perros que sin ladrar se me aproximaron sigilosamente. Tanto como para que sintiera cierto temor. En principio, dudé de si tal acercamiento era por reconocerme tras varias conversaciones con su dueño, o si simplemente intentaban defender su rebaño de intrusos y advenedizos.
Me incliné por lo segundo, al acordarme de las enseñanzas de mi querido tío Marcial: “Hijo, cuando se te acerque un perro, ten más temor del que no ladra que del que te quiere atemorizar con ladridos, pues es más probable que sea el primero el que te muerda”.

Sierra de las Mamblas: Andrés con su rebaño de churras en la ladera del Asentado (18-05-2017)
Mientras runruneaban esas palabras en mi mollera, escudriñaba el ambiente en pos de mi salvador, pues los cánidos seguían acechándome, sin dejar de mostrarme el colmillo, a pesar de mi cortesía: “Tranquilo, majo”, “quieta, bonita”, decía al negro y a la blanca, respectivamente. Menos mal, que nada más saludar a Andrés, que salió entre las sabinas, se calmaron y fueron a su regazo.
Durante este encuentro con Andrés me llamó la atención la destreza de los perros para mantener unido el rebaño, evitando alejamientos de algunas ovejas. Así, en un momento en que varias churras se alejaban del conjunto, aproximándose al precipicio, escuché las convincentes palabras de este entrañable pastor: “Moro, Zagala, traédmelas ya”. Nada más oírlas, los dos perros salieron disparados en pos de las descarriadas, para inmediatamente llevarlas junto al resto. Honestamente, tal pericia me pareció sorprendente y un tanto espectacular. Digno de presenciar.
Cuando lo felicité por la calidad de sus perros, él me contestó con un lema particular que debía de tener muy asumido: “El buen pastor hace al buen perro y el buen perro hace al buen pastor”.
Después de contarme que sus padres también fueron pastores y otras simpáticas anécdotas como que tenía tanto miedo a las pulgas como el que suscribe, observé que se alarmaba al ver cómo nos sobrevolaban varios buitres leonados.

Andrés, señalando hacia el norte, hacia la dehesa boyal de Mambrillas, donde una oveja de su rebaño acaba de parir un cordero (18-05-2017).
–¡Rediós, tengo ahí abajo una oveja parida, a ver si me han comido al corderito!
–¡Vaya, qué cosa más rara! Si los buitres sólo comen carroña—le respondo, un tanto sorprendido por su temor, que yo creía infundado.
–¡Qué! Hace cinco años, los buitres me mataron dos corderos recién nacidos. Cuando llegué ya los tenían medio comidos.
— Pero, ¿llegó usted a verlos en plena faena?
–¡Claro! Pero si los vi encima de ellos y, aunque empecé a echarlos, ya era tarde. Y no se los comieron del todo, porque la Zagalita, la hija de ésta—me señala a su perra- fue y los asustó. Qué pena, que un tiempo más tarde, me la mató un coche, porque era tremenda de buena—recuerda con nostalgia a la hija de Zagala.
No dando crédito a sus palabras, seguí insistiendo en la bondad de los buitres.
–Pues parece difícil, Andrés, que los buitres puedan matar, pues carecen de garras adecuadas y de la destreza de otras rapaces como las águilas o halcones. Lo suyo es la carroña, para lo que están especializados.
–Ya, lo que usted diga, pero como tengan hambre se comen fácilmente a los recién nacidos, porque, luego, cuando el cordero ha mamado y anda, no hay cuidado. Pero, ahora, que acaban de nacer, yo tengo miedo.
Parece que Andrés no es el único pastor que tiene experiencias negativas con los buitres leonados. Supongo que tales desatinos de la naturaleza proceden de la época en la que se prohibió a los ganaderos echar animales muertos en muladares, a consecuencia del problema del “mal de las vacas locas”, o encefalopatía espongiforme bovina. Lo que redujo notablemente las fuentes nutritivas de nuestras carroñeras. Muchas pasaron tanta hambre como para atreverse alguna a ir en contra de su propia naturaleza.
Lamentablemente, casi siempre es el hombre el que altera y deteriora los ecosistemas, dado su despiadado afán por producir y aumentar sus ganancias sin importarle agredir al entorno que lo rodea. En aquella época, querían convertir a los rumiantes bovinos en auténticos carnívoros, pues les daban piensos elaborados con proteínas animales, las procedentes del tejido cerebral de ganado ovino.
Regreso a Fuente los Caños para continuar recorriendo la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
Después de gozar conversando con Andrés, bueno será regresar a Fuente los Caños y, luego, hasta la bifurcación donde está la señal con el emblema del Camino de San Olav. Así, desde aquí ascenderemos por nuestra derecha para seguir recorriendo esta emblemática dehesa.
Dehesa de Mambrillas de Lara: dominios del muérdago
Nada más escuchar el rumor de Fuente los Caños, veremos el emblema citado para caminar por el camino opuesto. De este modo, enseguida, parece saludarnos una planta medicinal y mágica: el muérdago (Viscum album), parasitando un arce, a nuestra derecha ( grandes matojos aéreos), y un manzano bravío, a nuestra izquierda.

Muérdago parasitando un arce en la dehesa boyal de Mambrillas de Lara. 02-05-2017

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: muérdago mostrando ramas de color verde amarillento, con hojas lanceoladas y coriáceas, también verdes
Desde la más remota antigüedad se creía que besarse debajo de un árbol con muérdago hacía avivar el fuego del amor. Por ello forma parte de nuestras tradiciones besar a la pareja bajo un ramo de muérdago, suspendido del dintel de una puerta, sobre todo en Navidad, a fin de nunca separarse de ser tan querido.
Además, se le atribuyen propiedades medicinales, como la de fortalecer el sistema inmune. Por lo que se ha utilizado en terapia alternativa o complementaria a pacientes oncológicos, con objeto de paliar los efectos secundarios de la quimioterapia.

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: Fruto del muérdago
En nuestra dehesa aparece, a partir de este punto del camino, parasitando a unos cuantos árboles, sobre todo, arces. Momento que aprovecharemos para ver su tronco corto, del que salen múltiples ramas de color verde amarillento, con hojas lanceoladas y coriáceas, también verdes, flores masculinas y femeninas, que dan una pequeña baya blanca y translúcida.
Mostajos en la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
Después de estas líneas dedicadas al muérdago, proseguiremos nuestro recorrido por esta singular dehesa. Lo que nos permitirá disfrutar, durante un tramo levemente ascendente de algo menos de medio kilómetro (440 metros), con la contemplación de numerosos avellanos, a la sombra de los quejigos, con bastantes ejemplares de mostajos (Sorbus aria). Y, sobre todo, con un pequeño hayedo, en la zona más umbría, a nuestra derecha, que nos invitan a acercarnos para apreciar sus detalles, para lo cual sólo hay que subir unos metros, entre avellanos y quejigos. Primero describiremos los mostajos para, luego, dedicar un tiempo a las hayas.

Quejigos junto a avellanos (a la derecha): dehesa boyal de Mambrillas.

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: floración invernal del avellano con sus amentos masculinos.(10-02-2018)

Mostajo destacando por delante de centenarios quejigos en la dehesa boyal de Mambrillas. 02-05-2017
De esta forma, podremos ver que los mostajos son unos árboles (de 8 a 20 m.), con un tronco de corteza lisa y grisácea, de cuyas ramas surgen unas hojas ovaladas, aserradas, con un haz sin pelos (glabro), en tanto que el envés exhibe numerosos pelos que se doblan como una maraña (tomento), que le da un aspecto blanco algodonoso.
Si los visitamos en mayo podremos ver su floración, constituida por unas flores reunidas en corimbo (aunque salen a distintos niveles, llegan todas a la misma altura), con una corola de 5 pétalos blancos, que acogen a numerosos estambres. Los frutos, de forma globosa ovoide (pomo de 6 a 15 mm de diámetro), maduran al principio del otoño, adquiriendo un color naranja-rojizo. Por aquí y por otros lugares se les conoce con el nombre de serbas, las cuales poseen una pulpa dulce, algo ácida y harinosa. Rosario, mi querida paciente, recolectó con frecuencia serbas de esta dehesa, en su remota infancia, según me ha referido alguna vez.

Dehesa boyal de Mambrillas: floración del mostajo
La presencia de mostajos en esta dehesa aumenta la singularidad de la misma, pues es un árbol raro de ver.
Árbol singular seco: el quejigo-mostajo de la dehesa boyal de Mambrillas de Lara
Aunque para mí, el árbol más emblemático de esta dehesa era un colosal quejigo, cuyo gran perímetro indicaba una edad superior a los 500 años, de cuya palma, esto es, de la parte superior del tronco, desde donde salían sus grandes ramas, emergían vigorosas ramas de mostajo. ¡Dios! Doy fe de que era una especie de injerto de mostajo sobre un viejo quejigo.

Árbol singular: el quejigo-mostajo de la dehesa boyal de Mambrillas de Lara (16-05-2017)
Empleo un tiempo verbal en pasado, el pretérito imperfecto, porque cuando, después de varios años sin visitarlo, volví a hacerlo durante la primavera del 2017, me disgusté ostensiblemente al comprobar cómo ambos se habían secado. Sin embargo, lo que aún permanecía adherido al tronco del quejigo era la efigie de un venerable autóctono de esta tierra.

Árbol singular: el mostajo-quejigo de la dehesa boyal de Mambrillas de Lara (10-02-2018)

El quejigo-mostajo de la dehesa de Mambrillas (18-05-2017)
Sorprendente hayedo en la umbría, rodeado por quejigos
Las hayas que vimos cerca de fuente los Caños no son las únicas de esta dehesa. Así, al poco de sobrepasar los arces parasitados por muérdago, basta con introducirse una cincuentena de metros entre quejigos, avellanos y algún mostajo para sorprendernos su presencia. Unas dos docenas de hayas nos muestran su tronco liso, gris ceniciento.
Siempre que visito un hayedo o, como aquí, una buena agrupación de hayas me suele impresionar la poca vegetación que hay a su sombra. Entiendo que es por la gran frondosidad de sus hojas ovaladas que característicamente se disponen casi horizontalmente con objeto de captar la mayor cantidad de radiación solar, en detrimento del sistema herbáceo y arbustivo subyacente, que a duras penas logra aparecer.

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: pequeño hayedo. 1
Debe de tratarse de un área donde la humedad y la lluvia son más intensas, dada la gran transpiración a la que se ven sometidas las hayas, facilitada por su corteza lisa que deja pasar fácilmente el vapor de agua. Sin embargo, otras fagáceas, como los robles y encinas, tienen cortezas más gruesas, con objeto de retener la escasa agua que reciben en los ecosistemas más secos o xerófilos en los que suelen desarrollarse.
Esta diversidad arbórea, con árboles netamente caducifolios que requieren mucha humedad como las hayas, arces, mostajos y avellanos, alternando con centenarios quejigos, los robles que aguantan más la sequía, ayudan a entender la singularidad y excepcionalidad de la dehesa boyal de Mambrillas de Lara.
Remanso de paz y de buena panorámica, sentado entre quejigos
Después de visitar este hayedo y regresar al camino principal, suelo recorrer poco más de una centena de metros para volver a salir del mismo, por la izquierda, a fin de adentrarme un corto tramo en el quejigar. Y, luego, sentarme a la sombra de uno de estos notables robles. De esta suerte, rodeado de jaras y algún avellano, tengo una nítida panorámica de Peñalara, Mambrillas de Lara, el Picón de Lara y de la vecina Lara de los Infantes.
De esta suerte, desde hace más de dos décadas dejo que me invada la quietud del paraje. Al tiempo que mi mente evoca las proezas de Fernán González, mientras contemplo los restos del castillo en el que doña Muniadona de Lara parece que alumbró a este héroe castellano.

A la sombra de quejigos contemplo la parte más legendaria de la Tierra de Lara, con el Picón de Lara incluido

Mambrillas de Lara, el Picón de Lara y Lara de los Infantes, observados entre avellanos y quejigos, de la dehesa de Mambrillas de Lara
Remontando la cuesta aparece un árbol singular: haya centenaria mostrando sus raíces
Después de enriquecer la salud en tan bucólico paraje, proseguiremos la marcha por este camino para encontrarnos con otra verdadera maravilla, poco después de haber sobrepasado el singular árbol, que he dado por llamar quejigo-mostajo.
De este modo, cuando estamos a punto de remontar este tramo de algo menos de medio kilómetro, en el que hemos visto arces parasitados por muérdago, un pequeño hayedo, mostajos y múltiples avellanos, conviene salir del camino, por nuestra derecha, a fin de contemplar un haya de gran porte que deja ver sus raíces desnudas por la ladera. Espero que las fotos que aporto sirvan para reflejar parte de la belleza que atesoraba durante la época en que las ovejas pastaban la yerba adyacente y dejaban al descubierto sus raíces.

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: haya con sus raíces desnudas. 18-05-2017

Dehesa boyal de Mambrillas de Lara: haya de gran porte mostrando sus serpeantes raíces sobre la ladera.18-05-2017
Durante este tramo ascendente no dejan de aparecer buenos ejemplares de barbaleña, así como aulagas con sus primaverales flores amarillas y bastantes ejemplares de heléboro.

Dos grandes quejigos, orlando el camino al final de la cuesta.
Mientras estamos remontando la cuesta, observaremos dos notables quejigos, uno a cada lado del camino, que parecen saludarnos al llegar a su nivel. Ahora, el camino vuelve a descender.
Saliendo de la dehesa mientras contemplamos la cumbre del Cerro de la Cueva
El corto tramo que nos queda (330 metros) hasta salir de la dehesa es netamente descendente. De manera que bajamos por un lecho predominantemente pedregoso, enmarcado por los omnipresentes quejigos y algunas áreas de avellano. Como ahora estamos caminando paralelos a la falda norte del Cerro de la Cueva, podremos ver, al poco de descender, su cumbre, donde sobresale la vieja y seca sabina, frecuentemente sobrevolada por los buitres leonados.

Vista de la cumbre del Cerro del Pico y de un buitre leonado sobrevolándola, según recorremos el camino por la parte inferior de su falda norte. (abril del 2017)
Cuando nos quedan escasos metros para salir de la dehesa de Mambrillas de Lara, dos colosales quejigos parecen despedirnos, no antes sin enmarcar un fondo en el que se aprecia la silueta del Guijarrón, parte prominente del Gayubar.

Dos centenarios quejigos nos despiden por el sector oriental de la dehesa
Durante este tramo (770 metros de camino), no compartido con el Camino de San Olav, hemos recorrido la dehesa de oeste a este hasta salir de la misma en un punto en el que vuelve a bifurcarse el camino.
Si optáramos por el ramal de la derecha llegaríamos, tras atravesar una parte más seca, donde la sabina es la dueña del paisaje, a la dehesa de la vecina Hortigüela. En la que también pueden verse centenarios quejigos y buenos ejemplares de fresnos en su parte más declive. Sin embargo, en este caso, nosotros descenderemos por el camino de la izquierda, como a continuación describiremos.
Bordeando la dehesa por un camino descendente y circular hasta llegar al Camino de San Olav
Como acabamos de decir, proseguiremos nuestro recorrido por el camino de izquierda, a fin de descender durante un tramo de un kilómetro. Inicialmente, mirando al norte, entre sabinas, a la derecha, y el quejigar de la dehesa de Mambrillas de Lara, a nuestra izquierda. Luego, nos encaminaremos hacia el oeste en un tramo circular, que de trecho en trecho nos permite ver la falda norte del Cerro de la cueva.
Cuando hemos completado este primer kilómetro bordeando la dehesa, veremos cómo desciende un pequeño arroyo, cubierto por múltiples carrizos, y atraviesa el camino por debajo del mismo (puente oculto a nivel del camino) en dirección a Mambrillas de Lara.
Más tarde, tras avanzar escasos metros, veremos, a nuestra izquierda, un camino que asciende por la dehesa para conectar, tras algo menos de medio kilómetro de recorrido, con el camino de San Olav. Poco después de dejar a nuestra derecha una campa en la que se enseñorea un gran quejigo con su tronco desgajado, pero pleno de vitalidad.
Menciono este paraje y este entrañable quejigo porque fueron muchas las veces que me senté a la sombra del mismo, para abstraerme mientras contemplaba la frondosidad de esta dehesa, desplegada entre el Cerro de la Cueva, muy nítida su cumbre desde aquí, y el Asentado.
Con frecuencia me acompañaba mi querido padre. Otras veces lo visitaba con mis hijas y mujer. En ocasiones, con la única compañía de los petirrojos, pinzones y currucas que con sus trinos alegraban el ambiente. Además, en primavera no es raro ver al macho de la bellísima oropéndola, con su cuerpo amarillo dorado contrastando con sus negras alas, que no deja de marcar su territorio con su distintivo trino: “tiri-oliuuu, tiri-oliuuu.”

Dehesa boyal de Mambrillas: quejigo con tronco desgajado, pero con plena vitalidad.

Quejigo desgajado, en cuyo tronco me apoyaba, sentado, junto a mi padre. (10-02-2018
Último medio kilómetro de recorrido hasta llegar al punto de partida
Después de disfrutar en el paraje anterior, volveremos a descender al camino principal, a fin de recorrer el último tramo. No más de medio kilómetro, rodeados de estepas, bastantes ejemplares de rebollo o melojo (Quercus pyrenaica) y algunos fresnos de buen porte.
De esta forma, llegaremos al punto de partida. El marcado por una señal del Camino de San Olav, que nos anuncia el camino que debemos seguir durante los siguientes dos kilómetros, atravesando la dehesa, hasta llegar al alto entre el Cerro de la Cueva y el Asentado, ampliamente descrito en este artículo y en otro previo.
En otras entradas de este blog he descrito la ruta entre la dehesa boyal de Mambrillas de Lara y la ermita de San Olav. Se trata del antiguo camino que utilizaban los habitantes de Mambrillas de Lara (Jamolleros) para llegar a Covarrubias, tras atravesar la Sierra de las Mamblas, cuando se celebraba Mercado en esta última villa. De esta suerte, podían intercambiar sus productos con los naturales de Covarrubias (racheles) y con los de otros pueblos limítrofes.
Dr. Félix Martín Santos
Excelente descripción botánica, paisajista, histórica y lugareña, casi al estilo de Delibes.
Muchas gracias, Andrés. Tú conoces bien esta ruta. Disfrutamos de sus notables valores en compañía de nuestras/os queridas/os alumnas/os.
Un fuerte abrazo
“El buen pastor hace al buen perro y el buen perro hace al buen pastor”, a lo que añadiría que “la naturaleza nos moldea y nosotros a ella”, aunque desafortunadamente en esta interacción siempre pierde ella…y al final nosotros… gracias Felix por el paseo que nos das a través de tus palabras por esos paisajes maravillosos y que sirva para aumentar la conciencia sobre la importancia de cuidar nuestro entorno.
Naturaleza y ser humano van unidos inexorablemente, aunque nos cueste tanto entenderlo. Cunden, sin embargo, los ejemplos en los que eso no sucede y, como bien apunta Javi, al final perdemos todos. Muchas gracias, Félix, por otro magnífico artículo.